Este viernes, a las 12:00, tenemos la suerte de contar con la presencia de las poetas Carmen Camacho y Míriam Reyes, que nos leerán algunos de sus poemas. Míriam Reyes estará en 4º A con los alumnos y alumnas de ese curso y con los de PCPI II; Carmen Camacho irá a 4º B. Esta actividad se incluye dentro del III Festival de las Letras de La Puebla de Cazalla, que organiza la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento.
Aquí os dejamos algunos de sus poemas:
CARMEN CAMACHO
CITROËN MÉHARI
Haberme dicho, amor, en tus cartas
cibernéticas, que el descapotable
ese del que me hablabas
y me jurabas —qué cara tienes—
aparcar en mi puerta, las vecinas
pendientes, yo arreglada,
haberme dicho, leche, que ese coche
era como eres tú, un amasijo
de risas/ una cosa por revisar
sin puertas, sin cadenas, sin ventanas,
sin luces, ¿y el techo?
—contigo siempre llego a la Encomienda
con la atmósfera por montera—.
Si yo hubiera sabido antes esto,
(quién iba a imaginar)
que una tartana, tú la llamas Mehari,
sin tilde, así: «Mehari»,
era tu descapotable tan famoso,
y que ahora me sonríes, las manos
al volante, las chanclas sobre el freno,
que me maten si no salgo corriendo
a buscarte y a darnos a la vida
al vuelo, a ras, al Duero.
Tocata y fuga a dos caballos. Esta
es la hora de darnos jaque, pronto.
Haberme dicho, amor, que tú eras esto.
Hubiéramos cabalgado antes.
MÍRIAM REYES
Por un lado
la vida que pasa
como un batallón de bárbaros quemando aldeas
y te deja
con ese olor a desolación en los ojos.
Por el otro
cuentas las monedas como cuentas de rosario
para llegar a fin de mes bajo techo.
Este oficio no es más sencillo con la práctica.
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No tengo casa a la que volver
ni esperanza de la que colgarme
por eso camino.
Las casas se derrumban a mi paso
la tierra es una alfombra de escombros.
Me detengo a admirar la belleza de las palas mecánicas
los movimientos de las excavadoras me erizan de deseo.
De noche las contemplo:
los perfiles inmóviles de las palas
descansando sobre el cielo azul cobalto
al lado de la luna de luz nacarada
son aún más hermosos que los brazos de los hombres que las manipulan
y las excavadoras
con sus enormes bocas abiertas y llenas todavía
de tierra y escombros
parecen enormes animales muertos.
Mis padres me enseñaron a no tener nunca nada.
Ellos me enseñaron a no volver nunca a casa
a no decir nunca esta casa es mía
aquí me quedo yo
en este lugar que amo.
Cierro la puerta y no necesito mirar atrás para saber
que la casa ya no existe más.
En ninguna parte sin hablar con nadie estoy
pero si nos cruzamos
puedo enseñarte a caminar sonriente sobre la desolación.
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