Con grito sordo y mudo, oido tan sólo por los que oyen, compartido por los que sentimos, desde los arrabales y en la zona de los vientos solanos gritan las paredes y silba el viento entonando los versos Lorquianos de los muros ajados y desangelados. Creceran los olivos y los acebuches, las salvias y la lavanda e inundarán de olores el solar habitado de ruidos, gritos y vida.
Las carreteras no hacen por si solas los caminos, tampoco los edificios personalizan su contenido, pues son al fin puro viario y continente. Pero tampoco nos cabe duda de que influyen en nuestro itinerario, en el calor que albergan los espacios. Por tanto es bueno a veces gritar aunque sea en silencio, sobre todo si en el ánimo no está otra intención que la de reclamar algo que corresponde, en pedir lo que es debido. Por estos y otros motivos, os traemos un breve reportaje sobre el estado del centro al que los años, el tiempo y el uso han quitado parte de su vigor y funcionalidad. Parece ser que en un plazo corto se pueden aunar voluntades y subsanar al menos en parte las carencias actuales. Si es así, nuestro agradecimiento a los que lo hagan posible, si no se cumple, nuestro grito debe seguir sonando aunque sea en el silencio.
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